Manuel Sotelino
Que nadie busque entre los santos vitivinícolas. Ni San Gines de las Jara ni el “dios” menor Baco que nos trae la mitología. Podría haber sido San Juan Grande o vaya usted a saber. Pero no. El santo Patrón de Jerez es San Dionisio Areopagita, del cual damos cuenta en el artículo que comparte la portada de hoy en Jerezania.com.
Pero cabe preguntar la razón por la que este santo griego, perteneciente a las primeras comunidades cristianas, llega a ser patrón de nuestra ciudad de Jerez.
Desde la llegada de Fernando III El Santo a la ciudad de Sevilla, en el año 1248, y siendo éste el primer monarca que se replantea la conquista total de la península tras algunos siglos de acomodamiento político como resultado de un auténtico laberinto de intereses que ahora no vienen al caso, todas las comarcas de alrededor, generalmente reinadas por los denominados “reyezuelos” moros, también rinden pleitesía al rey cristiano.
En la zona de influencia está nuestra comarca de Jerez, reinada por Sanchit. Pero Fernando III no llega a repoblar la ciudad ni la comarca sino que se contenta con poner tributos, reconociendo así los pequeños reinos taifas la subordinación a la nueva Sevilla cristiana.
El lustro siguiente fue de avanzadillas del rey cristiano a las zonas del sur donde se disponía alguna especie de atajes sorpresas para dejar claro quién mandaba, con la quema de campos e incursiones en aquellas zonas reacias a rendir pleitesía el reino de Castilla y León.
En el año 1255, ya con Alfonso X en el trono, hijo de Fernando III, el rey de Castilla y León decide hacer cerco a la ciudad de Jerez y adentrarse en la misma para tomar posesión. Es cuando en el Alcázar de Jerez deja un destacamento de un centenar de aguerridos hombres que se harían cargo de la plaza, aunque la repoblación no estaba dentro de los proyectos del joven rey. Como alcaide de Xerez queda Garcí Gómez Carrillo mientras que Fortún de Torres –cuenta la tradición que pariente del rey de Navarra Fortún- queda como jefe del destacamento en el fuerte amurallado. Es cuando sucede la sublevación de la ciudad, auspiciada por el reino de Granada. Y es cuando se narra el épico episodio donde Fortún de Torres cae, solo ante el enemigo, en la torre del Alcázar, agarrando el pendón de la ciudad hasta el último instante de su vida.
Quedó por tanto bajo dominio musulmán de nuevo la ciudad de Jerez, plaza importantísima por estar en la vanguardia o en la frontera con las tierras todavía de dominio moro.
Y así es cómo llegamos al último capítulo de la reconquista final por parte de Alfonso X. En el año 1264, se decide hacer sitio a la ciudad. Esto quiere decir que las huestes cristianas quedaron rodeando las murallas de la ciudad asfixiando a la población al estar aislados. Así era cómo en las ciudades entraba la hambruna, por la falta de alimentos, y las enfermedades que no se hacen esperar. Tras el sitio, la población claudica y entrega las llaves dando paso a los conquistadores. Y así fue en Jerez que, sin derramar ni una gota de sangre, quedó en posesión de Alfonso X. Este hecho histórico de la rendición y posterior entrada de las huestes cristianas para tomar posesión definitiva, se produce el 9 de octubre de 1264. Posterior a la entrada cristiana en la ciudad la misma quedó repoblada por población cristiana produciéndose el repartimiento . Población que bajó de la vieja Castilla, así como de otras zonas como Aragón o Navarra, siendo nuestros descendientes puros cristianos y no ligados a moros ni moriscos como nos hacen creer algunos “entendidos” en materia histórica.
Fue voluntad del rey Alfonso X El Sabio que quedara sellada la historia de la ciudad de Jerez esta efeméride. Y siendo este el día del Santo Dionisio Areopagita, fue así como este santo griego pasó a ser el patrón de Jerez. Por pura casualidad.
Y de esta forma son ya 748 años los que la ciudad celebra este día, siendo el de San Dionisio. En el día 9 de octubre de cada año, el pendón de la ciudad se traslada bajo maza a la iglesia de San Dionisio en recuerdo de la entrada cristiana en la ciudad de Jerez. Pendón que desapareció de los cajones municipales de forma súbita y de cuya desaparición parece no preocupase nadie. Este pendón perdido, no era, como pudiera pensar el lector, el que paseó el rey Alfonso cuando entró en la ciudad, sino que fue una réplica del siglo XVIII, muy posiblemente, y que hace referencia de la importancia de los guerreros jerezanos en la afamada batalla del Salado. Pero esto es otra historia que ahora no viene al caso.