Están a más de cien kilómetros de distancia. De uno podemos decir que está catalogado. Y precisamente su autoría no es cualquier cosa. Se trata del insigne maestro imaginero Juan Martínez Montañés. Conocido como ‘el dios de la madera’. Ahí es nada.
Se trata de la imagen de San José que podemos contemplar en uno de los altares en el retablo que se encuentra a la cabeza de la epístola del Evangelio en la iglesia de la Magdalena de Sevilla. La dulcura de la mirada de este San José y la entrañable mirada del pequeño Niño Jesús deja a las claras la magistral mano del maestro alcalaíno. Una auténtica maravilla, de las muchas que podemos ver por el rincón de cualquier iglesia de Sevilla.
Por otro lado nos acercamos a nuestra ciudad de Jerez. Y nos adentramos en la iglesia de San Francisco. También, curiosamente, al pie de la nave del Evangelio, justo al lado de la puerta de la sacristía, podemos observar este San José, aunque este es de autor desconocido.
La semejanza es más que razonable. Con sus diferencias en el ropaje –son imágenes de talla completa- y en la calidad de los estofados que adornan dichas vestiduras, sí se ven serias semejanzas entre ambas obras.
No queremos desde aquí lanzar una exclusiva. Ni tampoco queremos pontificar. Especialistas los hay y muy buenos por cierto. No es nuestra misión lanzar una teoría de nada. Pero sí parece cierto que, al menos, el imaginero que llevó a cabo la obra que podemos ver en San Francisco se pudo inspirar en las líneas estilísticas del Martínez Montañés.
Ahí queda la curiosdad. Y lo que sí sacamos en claro es que este San José jerezano es una de las más bellas imágenes del ‘padre putativo’ que tenemos en la ciudad. A pesar de estar pidiendo a gritos una pronta restauración. Intervención que, muy posiblemente, nunca llegue. A pesar de la calidad de la imagen.